Hubo una época entre la generación de PlayStation 2 y Xbox 360 en la que me alejé bastante de los videojuegos. Solo jugaba al mítico PES, mientras que en las casas de amigos estaba de moda Wii. Pero yo me creía demasiado imbécil mayor para videojuegos y otros pensamientos absurdos que tienes cuando dejas atrás la adolescencia.
Me reenganché a mitad de la generación de Xbox 360. Me reencontré con esta pasión y, desde entonces, he sido bastante fiel a Microsoft y sus consolas. Pasé por Xbox 360 S cuando apareció el circulo de la muerte en mi vieja 360 y después aterricé en Xbox One S. Por aquellos entonces ya me hice también con una PlayStation 4 y empecé a coleccionar videojuegos de una manera más “seria”. Luego llegó Switch.
Y cuando se anunció la nueva generación, tenía claro que mi primera parada sería PlayStation 5. No porque no me gustara Xbox, sino porque Series X no tenía nada en su catálogo que me atrajera lo suficiente, salvo por un título: Starfield.
Starfield como punta de lanza de Xbox
El nuevo título de Bethesda, la flamante y reciente adquisición de los de Vermont, prometía ser el primer gran estandarte de Microsoft para esta generación, un juego que justificaría la compra de la consola. Pero, aunque su premisa era increíble y las expectativas estaban por las nubes, no me convencía lo suficiente para dar el salto. Sin embargo, a principios de 2024, con el panorama mejorando para Xbox, me encontré con una oferta irresistible: una Xbox Series X junto con Starfield a un precio inmejorable. Así que, decidí darle una oportunidad.
Starfield empieza de manera prometedora. El editor de personajes es profundo, y el tutorial está bien integrado en la narrativa. Las primeras misiones principales te sumergen en el universo, y todo parece funcionar a la perfección. Sin embargo, la ilusión empieza a desmoronarse rápidamente.
A medida que avanzas en la historia principal, las misiones empiezan a repetirse: ve a una base, elimina a los enemigos, recoge un artefacto con el mismo puzzle de lucecitas una y otra vez, llévalo a tu central y vuelta a empezar. La monotonía de estas tareas no sería tan grave si los planetas que visitas fueran interesantes o diversos, pero no lo son. Después de explorar un par de ellos, queda claro que hay poca variedad. Lo que debería ser una exploración emocionante del espacio se convierte en una rutina tediosa.
Afortunadamente, no todo es negativo en la primera mitad de Starfield, hay puntos muy brillantes. Las líneas argumentales de las facciones son mucho más interesantes que la trama principal. Hay más variedad e historias detrás que te atrapan y te hacen seguir avanzando. Tienes varías horas de diversión aseguradas.
También están todas las misiones secundarias que prácticamente se activan caminando por las pocas ciudades que hay: oyes una conversación entre dos NPCs y ya tienes algo nuevo para hacer. Aunque pueden saturar tu mapa con iconos y listas de tareas, estas misiones adicionales ofrecen distracciones interesantes.
¿Qué falla en Starfield?
Entre misiones principales, secundarias e investigación random que puedes llevar a cabo, seguramente te juntas con un montón de materiales para crear tus propias armas y trajes espaciales pero, ¿sabes qué? Da completamente igual.
Sí, no importa lo más mínimo todo tu inventario porque las propias armas y trajes que obtienes como recompensa o saqueando a los tipos que acabas de abatir son mucho mejores que lo que puedes construir por tus propios medios. Además, el camino que te lleva hasta desbloquear la opción de crear armamento (si, se desbloquea como una habilidad más) te quita las ganas de querer llegar a ese punto. Son varios puntos de habilidad a consumir y varios retos que superar para abrir el camino a los niveles necesarios dentro del árbol de habilidades.
Así que te encuentras explorando planetas vacíos que no aportan nada, recolectando materiales que solo te harán pelearte con los kilos que puedes cargar e intentando construir un equipo que nunca será tan bueno como el que obtienes como botín. Estos problemas no son cuestiones que Starfield pueda arreglar con parches; son defectos fundamentales en el diseño del juego, en su concepción inicial. Y eso sin entrar en el tedioso sistema de viaje por la galaxia, del que ya se ha escrito demasiado.
Dicho todo esto, al César lo que es del César: Starfield mejora significativamente en su segunda mitad.
Aunque los problemas mencionados persisten, la historia principal se despereza pasado el ecuador, finalmente coge ritmo y te da las horas más divertidas del título y te lleva hacia un desenlace muy particular que da paso al gran punto fuerte del juego: el New Game+. Puede sonar extraño decir que la mejor parte de un juego es lo que sucede después de terminarlo, pero en el caso de Starfield, es cierto. El New Game+ está tan bien hilado y te ofrece tantas mejoras a todos los niveles, que la primera vez que lo juegues recomiendo ir casi en exclusiva a por la historia principal.
Xbox, ¿a qué estás jugando?
Starfield no es un mal juego, pero tampoco es el gran título que se esperaba. Hay una escala de grises entre medias, que parece olvidada en los videojuegos, que es donde se situaría.
Yo pese a todo, pese a querer abandonarlo varias veces, me terminé divirtiendo, pero tienes que hacer la vista gorda con demasiadas cosas.
Bethesda y Microsoft lo presentaron como el nuevo buque insignia de Xbox, un título que marcaría el inicio de la generación y todo un vende-consolas, pero no ha alcanzado ese nivel. Y eso es una mala noticia tanto para Bethesda como para Xbox, porque la plataforma sigue adoleciendo de falta de exclusivos que realmente justifiquen su compra.
Si echamos la vista atrás, la división de Xbox da la sensación de que va dando bandazos intentando encontrar un rumbo que se les resiste y tomando decisiones más que cuestionables cuando parece que pueden acercarse a un camino tranquilo.
Todavía escuece la cancelación de un Scalebound que tenía una pinta increíble. Y ni hablamos del cierre de Tango Gameworks, los creadores del exitoso Hi-Fi Rush que encadenó dos tweets de manera surrealista en menos de una semana: “gracias por todo el reconocimiento y este premio tan guapo” y “nos han echado el cierre, hasta la vista”.
Son movimientos que duelen y cuesta entenderlos porque Xbox está falta de exclusivos (aquí un fiel defensor de las exclusividades por plataforma) y Scalebound podía haber sido un revulsivo en ese aspecto. Y porque ellos mismos quieren títulos doble A que cuesten poco y ganen premios y alabanzas de la crítica como ¡oh, sorpresa!: Hi-Fi Rush.
Mientras tiran esas ocasiones por la borda, han apostado a un Starfield que tenía papeletas para ser un nuevo estandarte y se ha quedado al borde del chasco absoluto.
Todo esto, lanzamiento y vida de Starfield mediante, plantea incertidumbre en el futuro de Xbox.
Las exclusividades que están por llegar no serán tan exclusivas, al menos a largo plazo, si nos atenemos a lo ocurrido con Indiana Jones. De primeras era uno de los títulos intocables en lo que a exclusividad se refería y en su última aparición confirmó su llegada a PlayStation 5. Y que no nos engañen los números que haga este título cuando salga, porque pase lo que pase lleva en el título una gran marca que venderá por si sola.
Si ampliamos la vista, atrás quedó Hellblade 2 (en números, otro chasco, y no hablo del tema versiones físicas de los juegos actuales); Avowed está por ver qué tal saldrá; Fable o S.T.A.L.K.E.R. 2 son juegos más de nicho… Nos quedan los de siempre: Forza, Halo y Gears of War. Innovación al poder.
¿Nos lo jugamos todo a la carta del Game Pass? Mala pinta tiene, porque las cifras que querían alcanzar y las que tienen actualmente están bastante lejos una de otra. Hay que considerar también la relativamente reciente subida de precios, porque eso es un agujero negro de dinero y de alguna manera se tiene que amortizar.
Además, resulta un sistema contraproducente ya que canibaliza los números de venta de los exclusivos de Microsoft al estar prácticamente todos disponibles de día 1 en la plataforma.
Puede que todo pase por convertir la marca Xbox en un simple creador de software y olvidarse de las videoconsolas. Personalmente, es la lectura que hago de las últimas declaraciones que ha ido haciendo Phill Spencer en los medios. Centrar los esfuerzos en XCloud, el servicio de juego en la nube, y prescindir del hardware, que da más penas que alegrias.
Sea como sea, habrá que estar atentos y seguir disfrutando de todo lo que puedan darnos el equipo de Microsoft, Bethesda y compañía.