Estoy en plena puesta a punto para los premios Oscars 2024, intentando ver todas las películas posibles que están nominadas a llevarse algún premio. Esta semana he podido disfrutar de American Fiction, la película de Jeffrey Wright que ha pasado un poco bajo el radar ya que en España no se estrenará en cines, llega directamente a Amazon Prime, pero que se llevó el premio gordo en el pasado Festival de Toronto.
De esta tenía muy poquitas referencias. Como digo, sé que había pillado algún premio en uno de los festivales de cine y quien era el protagonista, pero poco más. Y me he llevado un par de sorpresas.
El racismo, las voces y los acentos
Uno de mis descubrimientos de este pasado año 2023 fue el podcast No hay negros en el Tibet. Lo descubrí por casualidad, por un pequeño fragmento de video de uno de sus programas que me apareció en mi timeline de Twitter (ahora X). En este video aparecían tres personas negras, los tres presentadores, y uno de ellos, el rapero Frank T, comentaba algo de un anuncio en un periódico en el que decían “se buscan voces negras”. A raíz de eso, él comentaba a sus compañeros Asaari Bibang y Lamine Thior como la gente que solo le ha escuchado sin verle se pensaban, por su voz, que era un señor tipo Iñaki Gabilondo y luego, cuando le conocían en persona, se sorprendían. Añadía además que qué coj*nes es una voz negra, que cuál es la diferencia de una voz negra y una voz blanca.
Me llamó mucho la atención ese corte. Busqué el podcast en Spotify y me tragué todos los programas en poco más de un mes.
Ese fragmento, ese pequeño video en Twitter me hizo recordar una película regulera que parte de una gran idea que se llama Sorry to bother you (Perdona que te moleste, en su traducción en España). Esta peli habla de un vendedor telefónico negro, Lakeith Stanfield, que viendo que no vende ni agua en el desierto, decide cambiar su acento natural por un acento de blanco y, así, comienza a vender seguros (o lo que vendiese) como pan caliente.
Sé que es diferente la premisa de la película respecto a lo que comentaban en No hay negros en el Tibet, puesto que en Sorry to bother you se trata únicamente el tema del acento, que en el inglés americano tiene una gran diferencia entre blancos y negros. Nada biológico, simplemente acento. Pero la conexión existe.
En todos los episodios del podcast, he aprendido muchísimo escuchando a su trio protagonista. Hablan mucho de lo distorsionada que está la visión de las personas blancas respecto a lo que tienen que vivir las personas negras en una sociedad blanca en su día a día.
El tema de la voz es un ejemplo claro. El simple hecho de decir “busco una voz negra” a día de hoy me parece surrealista. Como dice especialmente Lamine, me he deconstruido muchísimo y ahora creo que soy capaz de notar este tipo de situaciones.
Siguiendo con las voces, lo comenta en el mismo capítulo Asaari: “yo he llamado para ver un piso y hasta me han dado cita. Luego he llegado allí y ya nada, pero la cita me la dan”.
Los blancos hemos “aprendido” que los negros tienen una voz diferente, que el acento que tienen los africanos hablando en castellano es una “voz negra” y no hay nada más distante de la realidad. Sorry to bother you coge ese hilo de los acentos de colores y lo lleva a la comedia más absurda, pero el tinte racista sigue ahí.
La cuestión es, ¿pero esto no va de American Fiction? Efectivamente y sí.
American Fiction y el racismo
Para quien no haya visto American Fiction y ande desubicado, esta nos cuenta la historia de un escritor negro (Jeffrey Wright) que está un poco cansado de que sus trabajos no tengan una gran repercusión, de echo que ni tan siquiera se lo compren las editoriales, mientras que novelas más populistas se lleven todos los focos. Fruto de esta frustración, una noche de whiskey y creatividad decide parir un libro bajo un seudónimo, a modo de broma y crítica, en el que plasma todos los estereotipos existentes de la sociedad afroamericana. Para su sorpresa, a las editoriales les ha flipado el libro y le ofrecen todo lo que pida y más.
Él, lejos de parar su peculiar broma, decide seguirles el juego y caricaturizar a su álter-ego hasta límites insospechados y tensar la cuerda a ver hasta donde están dispuestos a llegar los blancos.
En cierto momento de la película, dice algo así como “el libro (y el autor) tiene todo lo que los blancos quieren de los negros“. Esta fue la frase que me hizo cambiar el chip con el que estaba viendo American Fiction. Ese fue el punto en el que Jeffrey Wright se entrelazó en mi cabeza con Lakeith Stanfield y el trío de No hay negros en el Tíbet.
La candidata al Óscar es la versión tragicómica y, porque no decirlo, bien hecha de Sorry to bother you. Coge el argumento de “lo que los blancos esperan/creen saber de los negros” y lo lleva a una crítica fantástica que no tiene desperdicio.
Estoy seguro de que Frank, Asaari y Lamine le dedicarán mucho tiempo a esta cinta porque es un resumen de dos horas de lo que ellos llevan hablando tres temporadas: lo que el blanco piensa no tiene porque ser realista, es más, probablemente sea bastante racista.
La película de Jeffrey Wright corre el peligro de quedarse en la superficie más cómica de la situación (las llamadas con la editorial son realmente cómicas), pero el trasfondo crítico y social es evidente y da para reflexionar mucho. Al igual que nos hemos acostumbrado a que la expresión “una voz negra” pase como algo normal, estamos habituados a mil estereotipos de los afroamericanos que Hollywood nos ha metido con calzador en todas sus películas y que, si no vemos eso a lo que estamos acostumbrados, no nos parece realista. Y nosotros, desde nuestra perspectiva blanca, lo calificamos como irreal, demasiado inventado y mil calificativos más que solo son correctos desde nuestro prisma, pero nos olvidamos de que la realidad negra puede ser muy diferente a la nuestra y que el cine es solo cine. A veces reflejo de una realidad, a veces puramente ficticio.
Si bien medio-citaba antes la frase que me hizo cambiar el chip, la que definitivamente hizo que se me cayesen los huevos al suelo me diera la risa nerviosa, a medio camino entre qué maravilla y qué vergüenza ajena, y con la que quiero cerrar este texto, es una escena en la que se plantea que hay que tomar una decisión por votación entre unos personajes blancos y negros. Cuando se llega a la conclusión de que los blancos se llevan el gato al agua, puesto que son mayoría respecto a los afroamericanos que votan, uno de los ganadores dice la frase que, tomándola con ironía, define toda la película: “En este momento es crucial escuchar las voces negras”.