Hace ya varias semanas que terminé Disco Elysium. Hasta este momento no he podido sentarme a escribir las opiniones que quería y, en cualquier otra ocasión, habría sido un drama todo este lapso de tiempo. Hubiese sido un drama porque lo normal sería estar aquí, delante del teclado, como el protagonista de esta obra de arte al empezar su historia: con la memoria completamente vacía, sin ningún recuerdo. Pero no, con Disco Elysium eso no es así, porque es uno de los juegos que marcan, que se quedan grabados a fuego en la memoria.
Y siento una gran alegría de que haya sido así. En el 99% de las ocasiones, sólo juego títulos que tengo en formato físico, así que he tenido que esperar bastante para poder hacerme con su versión de PS4. Y lo he esperado con tantas ganas, quería tanto que me encantase, que tenía miedo de haber generado unas expectativas incapaces de ser cumplidas. Porque ya me ha ocurrido: Kentucky Route Zero. Me costó mucho hacerme con una copia física del título de Annapurna, tenía el mismo sentimiento antes de instalarlo en la consola y, al final, ni si quiera llegué a terminarlo.
Hasta cierto punto, tiene cosas en común con Disco Elysium: ese modo de avanzar “pasivo” para el jugador, esa apuesta total a la historia y la narración… Pero hasta ahí. El resultado se encuentra en las antípodas el uno del otro.
Disco Elysium, arte en estado puro
¿Por dónde puedo empezar? Supongo que lo más lógico es con aquello que nos entra por los ojos. Aquí, si no conoces nada de este título, ya puedes ir olvidándote de graficotes. Aquí el punto fuerte es el apartado artístico del juego.
En un ambiente marcado por la decadencia de la sociedad, la oscuridad metafórica del entorno, la tristeza y angustias que encierra cada una de las personas, el encaje que se hace del arte y el diseño en cada detalle de Disco Elysium es fantástico. Se hace un uso de acuarelas exquisito para crear decenas de ilustraciones (personajes, habilidades, etc.), además de los escenarios y el entorno en el que nos moveremos. Los trazos alargados y aguados del retrato del protagonista son uno de los múltiples ejemplos que podemos encontrar.
El pero sería que, con un diseño tan cuidado y perfecto para este juego, la usabilidad sea uno de los pocos lunares que le podemos achacar, ya que el árbol de habilidades con el que mejorar las características del personaje al que manejamos (¿es demasiado spoiler decir su nombre?) es muy llamativo visualmente, pero demasiado anticuado en cuanto al uso que podemos hacer de él. Demasiado arcaico.
La otra pata sobre la que descansa este Disco Elysium es su guión. Es lo jodidamente maravillosamente bien escrito que está. Desde el primer instante en el que se te presenta a un protagonista roto, amnésico, con problemas de alcohol y drogas, la historia te atrapa de una manera enfermiza. Cada segundo quieres seguir avanzando, tienes la necesidad casi física de conocer tus orígenes, los orígenes del ¿pobre? detective al que estás manejando.
Y, sin prisa pero sin pausa, vas descubriendo todo. Has cogido el hilo, vas tirando de él y la madeja de lana se va deshaciendo, vas presenciando poco a poco el desarrollo de una historia que no tiene nada que envidiar a un libro de Kerouac.
Cada paso que das en esta aventura ves que el hilo que cogiste al inicio es continuo, no tiene una sola parte en la que digas ‘ey, aquí falta algo’. No. Eso no existe en el trabajo de ZA/UM. Todas las conversaciones que mantienes con los personajes de la ciudad tienen su porqué y su importancia. Todas te dan alguna pista que seguir, un poco de contexto a la situación social y política del momento, un indicio que te ayude a saber quien eras antes de comenzar esta investigación. Cada punto está medido. Y no hay nada vacío. Una vez que acabes la historia, que apagues la consola por última vez, si tienes alguna duda del mundo en el que acabas de estar, será por elección propia, no porque el juego no te haya acompañado y enseñado todo lo que deberías saber.
Sí que puedes quejarte, sin embargo, de no sentirte adecuadamente guiado en todo momento. Tengo que admitir que en alguna ocasión tuve que dar más vueltas de la cuenta para que la historia se siguiese desarrollando, me sentía en un callejón sin salida forzado a tomar decisiones por las que no quería llevar al protagonista. Por suerte, nada grave, nada que no se solucione revisando tus propios pasos una vez más y viendo que, efectivamente, el juego te había repartido todas las cartas, era yo mismo que no sabía donde las había metido.
¿Y ya está? ¿Esto es todo? Si, eso es todo. Pero obviamente no. Disco Elysium es mucho más que un apartado artístico fantástico y uno de los juegos mejor escritos que recuerdo. Disco Elysium encierra una banda sonora fantástica, tiene una jugabilidad justa pero que acompaña, tiene un sistema de decisiones que hace cada partida única, tiene personajes carismáticos, tiene humor, tiene rejugabilidad.
En definitiva, Disco Elysium es uno de los mejores juegos de este siglo, lo tiene todo para hacernos disfrutar de una historia única. Pero tenlo claro: esto es café para muy cafeteros. No es un videojuego hecho para contentar a todo el mundo. Está lejos de los RPG tradicionales y la jugabilidad más clásica.
Es un título para sentarte y disfrutar, apreciar su apartado artístico y una banda sonora que le va perfecta y dejarte llevar por su historia y el devenir de sus personajes.