Si has estado minímamente conectado a la actualidad en los últimos meses, seguro que has oido hablar de Dahmer, la última docu-serie de Netflix que ha causado sensación y polémica a partes iguales.
En ella se cuenta la historia de el carnicero de Milwaukee, un famoso serial killer de finales de los años 80 y principios de los 90, que asesinó a casi una veintena de personas y golpeó en la sociedad americana por la crueldad de sus actos: descuartizamientos, canibalismo, actos sexuales… Toda una joyita.
¿Es buena la serie de Jeff Dahmer?
En los últimos días, después de ver la historia al completo de un psicopata ficticio, me he puesto en modo maratón con esta serie para conocer la historia de Jeffrey Dahmer y ver el porqué de tanto revuelo con lo nuevo de Netflix. Y la verdad, que puedo llegar a entenderlo, pero solo a medias.
Empecemos por el principio: la serie en sí es bastante buena. Tiene momentos brillantes, sobre todo en los primeros episodios, pero está lejos de ser genial y de que su calidad acompañe a su éxito.
El principal problema es que sobran, al menos, tres capítulos. Las casi 10 horas de contenido son muy excesivas y hay tramos de la narración que son un auténtico tormento, porque aportan poco a la historia general o porque lo hacen con un ritmo que te hace desconectar por completo del hilo principal. Una duración más contenida habría sido todo un acierto, porque el apartado técnico, el aura cercano al cine de terror (sobre todo los primeros capítulos) y las actuaciones funcionan a la perfección
De echo, Evan Peters, actor que da vida al asesino, debería estar nominado a todos los premios posibles el próximo año. Él solo mantiene el interés y su interpretación, sobre todo después de ver al Jeff Dahmer original, hace que se te caigan los cojones al suelo se siga haciendo un nombre importante dentro del mundo televisivo después de su participación en American Horror Story.
Todo en su interpretación es brillante: la manera en la que habla, la mirada, el modo en el camina y un largo etcétera de pequeños detalles que le coronan como lo mejor de la serie. Es, quizás, el motivo principal por el que merece la pena ver este contenido. Son pocos los momentos en los que él no está en pantalla en los que el interés se mantenga intacto. Alguna parte con el padre, la historia del chico sordo y poco más.
El otro gran problema que le veo a este documental está en lo que nos cuenta. Quizás no el qué, sino el cómo. El qué lo veo casi perfecto, pues se centra en explicar con pelos y señales quien era Jeffrey Dahmer pero sin dejar de lado a todas las victimas que dejó a su paso: no solo las mortales sino también todo el entorno de las mismas.
Los pecados de La historia de Jeffrey Dahmer
Como digo, el problema lo veo en cómo van deshojando la margarita. Lo primero que me llamó la atención es la humanización de Dahmer.
Desde los primeros compases me dio la sensación de que querían hacer ver que el psicópata era culpable de sus crímenes, pero no por elección propia, sino por el entorno y el contexto en el que se crió: el abandono de la madre que le lleva a buscar siempre tener alguien cerca, el padre que tiene la sensibilidad de un zapato y le introduce el gusanillo de la muerte con la taxidermia, el ser un homosexual en la américa profunda en los años 70… Todos los pasajes de la vida de Jeffrey están servidos a modo de: “él también es una victima”.
Y esto es algo que funciona muy bien, pero solo cuando hablamos de ficción (Dexter, Los Soprano, etc.). Cuando tenemos delante la historia de un criminal de estas características, hay que andarse con pies de plomo. La polémica ya persiguió a Narcos por su “humanización” de Pablo Escobar, y me parece que aquí le andamos a la par.
Después, me ha quedado el regusto amargo de que, pese a todo, los creadores no han querido entrar en polémicas (irónico, ¿verdad?). Quizás polémica no sea el termino adecuado, pero intento explicarme. Durante los 10 episodios ahondan mucho en la mente y la psicología tanto de Dahmer como de sus víctimas, su padre o la señora Cleveland. Se centran también mucho en los temas que podrían ser más sociales, como todo el contexo LGTBI o los temas raciales. Pero, cuando llega la hora de contar qué ha hecho este ser, cuando hay que dibujar el porqué su historia es tan famosa y causó tanto revuelo, ahí se quedan a medias.
Si estás atento a cada minuto, oirás que Dahmer intentaba lobotomizar a sus victimas, que se comía algunos de sus organos, que los violaba vivos y muertos, que los descuartizaba o que experimentaba con ellos, pero la serie no se para en ningún momento a decir “ey, este ser es lo más cercano a un monstruo porque hizo, esto y esto y esto…”.
Al final, Jeff Dahmer queda como un personaje casi glorificado, un juguete roto de la sociedad que, con un cable un poco pelado, nos ha salido serial killer (casualidades del destino), y sus crímenes quedan muy desdibujados e incluso banalizados. Se han centrado más en buscar la lágrima con las historias que hay detrás que en hacernos sentir arcadas por los crímenes sin sentido que cometió este individuo.
Con todo, sigue siendo un producto digno de verse, pero muy lejos del éxito que lo ha rodeado. Las 10 horas son excesivas, el guión tiene sus peros, pero probablemente sea la mejor narración del carnicero de Milwaukee, con unos capítulos iniciales brillantes en todos los sentidos.
Los true crime están de moda y si están medianamente bien hechos siempre funcionan y gustan al público, pero son producciones muy delicadas que tienen que caminar sobre el alambre para informar, entretener y no caer en polémicas.